jueves, 24 de noviembre de 2011

Capítulo 8, parte 5


—Alguna vez tendrás que salir, princesa —dijo Ares sentándose en el suelo, tras un buen rato intentando hacer razonar a Kati —. ¿Qué querías que hiciera?
—¡Negarte!
—¡Negarme! Kati, yo no tengo derecho a negar nada a nadie.
—Eres el líder.
—Exactamente. El líder de la banda, no el amo y señor de mis hombres.
—¡No tenía derecho a hacer eso!
—Es un nigromante, Kati, que no te distraiga su apariencia cortés. Los nigromantes trabajan con cadáveres.
—¡Afrodita no estaba muerta!
—Su alma no estaba en su cuerpo, Kati. Estaba viva sólo de nombre. ¿Qué pretendías que hiciéramos con el cuerpo? ¿Que lo enterráramos vivo o que cargáramos con él y le mantuviéramos como si fuera posible hacer que el alma regresara?
Kati se quedó en silencio un buen rato y finalmente abrió la puerta con los ojos hinchados por el llanto.
—No me parece bien.
—Ya lo sé, princesa —dijo abrazándola con fuerza y limpiando sus lágrimas con una suave caricia —. Pero hay que tener la mente abierta en todo lo que respecta a Sombra. Y debo decirte que es mucho mejor eso que un cadáver putrefacto.
Kati se estremeció entre sus brazos y enterró la cara en su amplio pecho. PF llegó al rato y Ares, que aun tenía cosas que hacer, dejó a su seleen inima con ella, sin pensar en que la hacker no era conocida, precisamente, por frenar su lengua.
—Ya sé que no te gusta la idea, pero el cadáver sigue con vida, Kati, si es que eso te sirve de consuelo. Hay que reconocerles a Roca y a Sombra su increíble avance técnico. No es un robot ¡Es un androide! ¿Te das cuenta de lo que eso significa para la ciencia? Es posible que, con el tiempo y la debida investigación, se pueda llegar a un avance impresionante. ¿Te imaginas? ¡Robots con cerebro humano, y que además apenas necesitan consumir comida ni agua!
—Realmente, PF, no me apetece hablar de eso ahora mismo.
—Aunque claro —la ignoró la hacker, perdida en la infinidad de posibilidades que tenía el invento—, estamos hablando de un arma nunca vista antes, y podría llevar a una guerra. Y más teniendo en cuenta que esa cosa es casi indestructible. Sí, sería mejor que no se realicen esos avances, aunque dudo que Roca llegue a desvelar el secreto sobre cómo lo hizo. Qué rabia me da que no me haya dejado quedarme para ver cómo lo despertaba. Realmente es brillante: inserta un espíritu poderoso que no le habría hecho caso de otro modo en el robot y le permite sentir lo que es estar vivo otra vez a cambio de sus servicios.
—¡PF! —la interrumpió Kati, justo en el momento en el que se encendieron varias luces rojas y saltó la alarma —. ¿Qué pasa?
—¡No lo sé, pero tenemos que dirigirnos a la sala de armas cuanto antes?
Ambas corrieron hasta reunirse con sus compañeros y se encontraron con un desaliñado Sombra agarrándose con una mueca de dolor el brazo derecho.
—¿Qué ha ocurrido?
—Aquí, el super nigromante, que ha convocado un poder que no es capaz de manejar y se ha hecho con el control del androide —gruñó Roca.
—¿No podéis desconectarlo?
—Al parecer, a cierto mecánico que se cree un genio se le olvidó insertar un botón o un mecanismo de desconexión externa —repuso Sombra mientras Amanecer examinaba su brazo y comenzaba un conjuro de curación. En ese momento Ares entró en la habitación con cara de preocupación y dijo:
—He conseguido encerrarle, pero no sé cuánto tardará en encontrar un modo de salir.
—Y entonces, ¿qué hacemos?
—Habrá que llamar a mi maestra —dijo Sombra con una mueca.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Capítulo 8, parte 4


La nueva base era tan similar a la anterior que Kati casi se sentía como si hubiera retrocedido en el tiempo, aunque esta vez la habitación de Ares —que ahora también era la suya— había sido ampliada para que cupieran ambos con cierta comodidad.
Los miembros de la banda tardaron apenas una hora en desempaquetar sus pertenencias y hacer vida normal. Nada más acabar de instalarse, PF había comenzado a programar el sistema mientras Roca y Ares hacían una ronda para comprobar que todas las trampas y defensas estaban a punto. A la par, Amanecer y Sombra realizaban los hechizos de protección oportunos y escondían mágicamente la base a los ojos indiscretos con total eficiencia.
En menos de dos horas, la base estaba totalmente operativa, con unas defensas muchísimo mejores que la anterior, y el grupo se reunió al poco rato en la sala principal para comentar todo lo que habían hecho y evitar así posibles desgracias por faltas de precaución de sus compañeros. Sombra, con cierta expresión de regocijo que todos conocían ya demasiado bien como para fiarse, pidió permiso a Ares para preparar una sorpresita a los visitantes indeseados y todos le miraron susceptibles.
—No me miréis así. Al parecer, nadie se dio cuenta de que hay un antiquísimo campo de batalla cerca de aquí y me parece apropiado que los intrusos sean recibidos por un comité de bienvenida esquelético.
—Bah, tonterías. La última vez que convocaste un ejército de no muertos esos idiotas comenzaron a andar en círculos y a engancharse unos con otros y no hubo forma de que ayudaran.
—Pero esta vez tengo más experiencia y un arma secreta, si es que has tenido a bien hacer lo que te pedí —dijo Sombra en tono jocoso.
El enano refunfuñó mientras se iba a uno de los aerodeslizadores que no habían descargado y volvió al cabo de un rato transportando una enorme caja en un palé electrónico. Kati lo miró con curiosidad, percibiendo alguna clase de ser vivo dentro, y observó horrorizada cómo el nigromante abría la caja, mostrando a todos lo que parecía un inmenso robot, y comenzaba a explicarles que esa horrenda máquina le ayudaría a realizar sus hechizos con mayor eficacia.
—¡Es el cadáver de Afrodita! —exclamó Kati acusadora conteniendo las ganas de vomitar. Todos miraron a Sombra y a Roca, que no lo negaron, y PF se volvió hacia Kati.
—¿Me estás diciendo que ese robot es un cadáver? —preguntó la hacker algo asqueada. Kati asintió con la cabeza y se volvió hacia Ares justo a tiempo para verle mover los labios dirigiéndose hacia el elfo, vocalizando algo así como “dijiste que no se enteraría”.
—¿Tú lo sabías? —preguntó atónita a su seleen inima. El semielfo asintió con la cabeza, encogiéndose de hombros, y Kati, furiosa, sólo pudo correr a encerrarse en su habitación y meter la cabeza en el retrete antes de vaciar el estómago