miércoles, 28 de diciembre de 2011

Capítulo 9, parte 3


––Parece que detrás de toda esta historia hay mucho más que una empresa religiosa intentando dominar el mundo ––dijo Amanecer con un suspiro, mirando a Kati, que había enterrado su rostro en el pecho de Ares y lloraba débilmente.
––Bah, ¡qué importará! Una empresa, un diosecillo rencoroso… ––gruñó Roca.
––No le quites importancia al asunto. En el universo existe un equilibrio muy delicado, que se ha vuelto aun más delicado con nuestra llegada y la de nuestros dioses a este mundo. Ahora sólo falta un elemento desestabilizador como un diosecillo rencoroso, como tú lo llamas, para que haya un auténtico Apocalipsis.
––¡Bobadas!
––No tanto.
––Y dime, clérigo. Si todo este asunto es tan importante… ¿por qué los dioses no han mandado a uno de sus siervos para exterminar a ese culto?
––Porque nuestros dioses no pueden mandar a seres semidivinos al mundo terrenal así como así. Y menos para llevar a cabo una purga con gente que lleva tantos siglos en este mundo que sólo se les puede considerar como autóctonos. No creo que al dios de este mundo le haga demasiada gracia eso.
––¿Y qué puede un dios solitario contra todo un panteón de divinidades?
––Mucho, si tenemos en cuenta que el poder de cada dios va en función de su número de fieles, y que ese único dios tiene a todos los autóctonos de este mundo creyendo en él mientras que los nuestros sólo tienen a pequeños grupos de fieles dispersos… Aun uniéndonos todos seguiríamos siendo demasiado poco numerosos como para que representáramos una amenaza para él.
––Ya, ¿y qué hay del diosecillo? ¿Acaso tiene fieles suficientes como para ser considerado siquiera una amenaza?
––No, y eso es lo que no entiendo. Morfedius nunca tuvo suficientes fieles en ningún momento, y dudo que una vez llegado a este mundo consiguiera demasiados adeptos, teniendo en cuenta que aquí hay un único dios y que éste tenía el monopolio de todos los fieles.
––Creo que te equivocas, Amanecer ––dijo PF desde la esquina donde se había puesto a traquetear con su ordenador.
––¿Por qué?
––Morfedius era un dios maligno, ¿verdad?
––Sí, así es. Se le podría considerar malvado.
––Pues entonces está claro. El dios de este mundo es una especie de dios benigno que a veces tiene arranques de mala leche ¿verdad? Al menos, eso es lo que dicen las sagradas escrituras, sobre todo las más antiguas ¿me equivoco?
––No te equivocas. Pero no veo dónde quieres ir a parar.
––Amanecer, realmente a veces eres un poco corto ––intervino Sombra mientras entraba por la puerta, desprendiendo un aura bastante siniestra que no se iría hasta un par de horas después ––. ¿De veras crees que toda la gente de este mundo adoraría a un dios benigno? Siempre hay un filón de gente malvada que no seguiría esa clase de religión de ningún modo. Para eso está el Diablo. Puede que en este mundo en ningún momento existiera y fuera sólo una amenaza para que las ovejas no se apartaran del redil, o que ciertamente fuera una criatura semidivina que se rebeló contra su señor. Lo que está claro es que, aunque hubiera existido en algún momento, ninguna criatura semidivina puede con un dios, por débil que este sea. Dudo mucho que Morfedius dejase pasar la oportunidad de convertirse en el único dios maligno de este mundo.
––¿Estás insinuando que Morfedius es el Diablo?
––Bueno, desde luego, de estar en su pellejo, yo no lo habría dudado ni un segundo. Y si no lo es, entonces no hay de qué preocuparse, porque entonces es realmente el diosecillo maligno más estúpido que ha existido nunca.